domingo, 3 de julio de 2011

La evolución humana se desplaza del placer al disfrute y del disfrute a la felicidad


¿De dónde vienen las ideas y opiniones que tenemos sobre el placer y disfrutar? Muchas veces somos anfitriones de ideas y creencias no siempre beneficiosas y que no nos pertenecen.

¿Qué es lo que hace que confundamos placer con disfrute? Probablemente una historia que nos contaron.

En general no observamos diferencias entre placer y disfrutar.

Las nuevas corrientes de pensamientos nos dicen que nuestra felicidad no depende de circunstancias externas sino de nuestra actitud frente a ellas. Sin embargo, dedicamos mucho de nuestro tiempo a buscar que el mundo nos provea placer, porque nuestra cultura nos indica que si obtenemos placer nos aseguramos nuestra felicidad, y como obtener la felicidad es uno de los principales objetivos de nuestra vida, entonces salimos a obtenerlo.

El placer puede estar en una buena comida, el sexo, un buen vino, y todas las comodidades que el dinero puede comprar. Las publicidades son un buen ejemplo de ello, se ocupan de mostrarnos y colocar a nuestro alcance una vida placentera a cambio de unos billetes. El mundo tiene todo lo que necesitamos para saciar nuestros placeres, creemos que el placer viene de afuera en base a cantidad y variación, y es así que nos convertimos en hedonistas, individuos que buscan el propio placer y que contemplan al mundo y a los otros como meros instrumentos para lograrlo.

Los seres humanos tenemos otra particularidad, somos como el agua que baja de la montaña, siempre lo hace por el camino más fácil; el agua desciende y a medida que lo hace, es el territorio y sus obstáculos quien determina cuál es el camino a seguir. Nosotros hacemos lo mismo: según nuestras creencias o modelos mentales que son nuestro territorio, solemos elegir el camino más fácil. Si quisiéramos cambiar de camino tendríamos que modificar el territorio, cambiar nuestras creencias., como aquella de que el placer es el camino más sencillo hacia nuestra felicidad. Sin embargo, el exceso de placer provoca más consecuencias desagradables que su defecto; las drogas, el alcohol, el cigarrillo, todos sabemos, pueden ocasionar la muerte. Esto ocurre porque creemos que es más sencillo recurrir al placer envasado (fármacos, TV, alcohol, etc.) que a nuestros recursos internos para obtener disfrute, ya que el disfrute requiere de esfuerzo e imaginación.

“Placere” viene de “agradar” (dar placer) y está relacionada con “placari” (calmar). Qué calma el placer? Calma el dolor.

El placer viene precedido muchas veces de dolor, y es este dolor el que nos pone en marcha el mecanismo para obtener lo que necesita nuestro cuerpo para calmarlo, el dolor amenaza y el placer es su recompensa.

“El problema del placer no es que sea pecado: es que no dura” (2). El placer es efímero una vez que obtenemos lo que queremos, desaparece. Pero hay una forma de prolongar el placer y es a través de la memoria, pensando sobre él, representándolo. Nuestra memoria acumula reservas de placer a las que solemos recurrir en momentos de adversidad. Nos resulta muy placentero recordar esos momentos.

Hay un cuento que refleja muy bien esto. Una anciana de 80 años va a confesarse y le dice al cura que un desconocido ha entrado a su casa y le ha hecho el amor. El cura sorprendido dado su edad le pregunta cuándo sucedió esto, a lo que ella contesta: “Fue hace 50 años”. El cura le dice: “¿Hace 50 años que ocurrió y lo confiesa ahora?”, a lo que la anciana le responde: “Es que me encanta recordarlo…”.

Recordar sólo es una forma virtual de obtener placer, para que esta actividad de rememorar se convierta en disfrute será necesario que invirtamos energía psíquica en ella, para aumentar su complejidad.

Todo deseo enciende en nuestro cerebro caminos de recompensa a través de un neurotransmisor llamado dopamina. La dopamina está relacionada con la motivación, la recompensa y con querer obtener más y más.

El placer es uno de los mejores aliados inventados por la naturaleza para nuestra propia supervivencia. Es una trampa de nuestros genes para cumplir con su fin: multiplicarse. Nosotros somos como un anfitrión sin derecho a voto.

Tal es el poder de nuestros genes que podemos observarlo en algunos comportamientos.

Los machos de cualquier especie buscan hembras con características que indiquen una buena fertilidad. Ellas, para y por lo mismo, los buscan ostentosos: un buen auto, buena ropa, plumas de colores o unos tremendos cuernos. Las hembras son siempre más selectivas porque tienen relativamente pocas chances de reproducirse a lo largo de sus vidas, les cuesta mucho producir un huevecillo y no lo van a desperdiciar con cualquiera, deben ser selectivas. Además en las especies, como la humana, de períodos largos de gestación, hay que asegurarse los recursos y un macho con estas características cuenta con más posibilidades de brindárselos.

Placer es también aquello que sentimos cuando logramos conseguir satisfacer las expectativas de nuestros programas biológicos o por el condicionamiento social. Nada más placentero que un vaso de agua cuando tenemos sed o meternos en nuestra cama calentita cuando estamos cansados y hace frío. También ir de vacaciones nos resulta placentero ya que nos saca de la rutina diaria. Como Mihaly Csikszentmihalyi, un estudioso del tema dijera “Estos placeres son un componente importante de nuestra calidad de vida pero por sí mismos no traen felicidad. El sueño, el descanso, el alimento y el sexo nos ofrecen reconstituyentes experiencias homeostáticas que ordenan de nuevo la conciencia después de que la intrusión de las necesidades del cuerpo haya provocado entropía psíquica. Pero no produce crecimiento psicológico. No agregan complejidad a la personalidad. El placer nos ayuda a mantener el orden, pero por sí mismo, no puede crear un nuevo orden de conciencia.” Y esa es su gran diferencia con el disfrute.

Disfrutar viene del latín “dis” (separar) “fructus “(fruto): sacar la fruta o gozar del producto de algo. El disfrute ocurre no sólo cuando logramos satisfacer nuestros deseos o satisfacemos una necesidad sino cuando logramos algo, un plus, cuando tenemos ese sentimiento de novedad, de realización. Mientras escribo no tengo conciencia de este estado pero probablemente, cuando este artículo esté terminado, al leerlo sienta esa satisfacción. Cuando observo este suceso sé que he cambiado y que como sujeto he crecido producto de esta experiencia, en algún aspecto me he convertido en alguien más completo.

El disfrute depende de la relación con el objeto, soy yo y la cosa o yo y el otro. En el disfrute ambos se difuminan hasta casi desaparecer siendo la misma cosa.

Las experiencias que dan placer pueden dar disfrute pero no siempre es así, son dos sensaciones diferentes.

Por ejemplo todos sentimos placer al comer pero solo algunas personas disfrutan comiendo. Para disfrutar es necesario estar presente, estar concentrado en la actividad, prestar la suficiente atención a la comida. El placer no necesita que yo invierta energía para obtenerlo con que sólo estén estimulados mis centros cerebrales puedo obtener placer; en cambio el disfrute requiere que invierta energía psíquica debido a su complejidad. Es una irradiación de adentro hacia afuera, que recubre lo externo y lo hace significativo, útil y deseable. Por eso se dice que los buenos amantes son aquellos que pueden estimular el órgano sexual por excelencia: el cerebro.

Se han hecho muchas investigaciones respecto a que entendían las personas por disfrutar y una de los descubrimientos más sorprendentes es que a pesar de que no todos usamos los mismos medios para llegar al disfrute las personas de casi todo el mundo describen como se sienten cuando disfrutan en términos casi idénticos. La descripción de cómo se siente un gran deportista alemán luego de superar su marca es casi idéntica a la de un vendedor brasileño que ha logrado concretar un negocio desafiante.

Según Csiksentmihalyi el disfrute tiene ocho componentes. Disfrutamos cuando:

* Nos enfrentamos a tareas que tenemos al menos una oportunidad de lograr.

* Somos capaces de concentrarnos en lo que hacemos

* La tarea emprendida tiene una meta clara

* Recibimos retroalimentación inmediata.

* Actuamos sin esfuerzo, alejados de preocupaciones o frustraciones.

* Tenemos un sentimiento de control sobre las circunstancias.

* Desaparece nuestra preocupación por nuestra identidad pública

* Perdemos el sentido del tiempo

Entonces, la mayoría de las experiencias de disfrute o experiencias óptimas como las llama este autor, ocurren cuando la actividad tiene metas claras y está regulada por reglas, actividades que requieren del empleo de energía psíquica y de habilidades adecuadas para poder ser realizadas.

Cuando la actividad no nos parece desafiante, cuando creemos que nuestras habilidades están por encima del desafío, esta actividad carece de sentido para nosotros y, si la realizamos, solemos aburrirnos.

Si, en cambio, creemos que nuestras habilidades están muy por debajo del desafío solemos descartarlas o llevarlas a cabo bajo un gran estrés.

Es el equilibrio entre mis habilidades y el desafío donde aparece el mayor disfrute.

Los hombres hemos creado muchas actividades para obtener disfrute: los juegos, los deportes, el arte, la música, las ciencias.

En el ámbito del coaching he escuchado muchas veces hablar de la diferencia entre dolor y sufrimiento. Se distingue al dolor como algo biológico y al sufrimiento como producto de nuestras interpretaciones sobre los hechos. Sin embargo no encontré esta misma distinción para el placer y el disfrute. Esto llamó mi atención, quizá producto de mi mirada apreciativa.

A pesar de ser ineludibles para nuestra supervivencia y evolución (y de tener buena prensa en nuestra educación judeo cristiana que, además, suele poner al placer y el disfrute lejos de la virtud y muy cercanos al pecado), el dolor y el sufrimiento no es algo por lo que, en realidad, elijamos transitar si tenemos la posibilidad de evitarlos.

Sorteamos caminos de dolor o sufrimiento porque, a veces, este es la única opción que tenemos o vemos posible para lograr nuestros objetivos.

Las mujeres sabemos que un parto puede ser muy doloroso, pero el resultado es maravilloso. También desapegarnos de una relación de muchos años puede ser un proceso de mucho sufrimiento, pero elegimos transitarlo porque creemos que es el mejor camino para lograr nuestra felicidad.

La palabra placer y disfrute despiertan en las personas emociones mucho más posibilitadoras que lo que despiertan el dolor y el sufrimiento.

Cuando tenemos frente a nosotros un coachee que declara que está sufriendo o pasando por una situación de angustia o incomodidad y le preguntamos qué es lo que quiere que ocurra, es muy probable que su respuesta sea “no quiero más de esto”. Cuando lo que la persona está viviendo le resulta insoportable, solamente desea que se termine. Esto no está mal y puede que lo logre, si toma las acciones adecuadas para repararlo, pero ¿es esto lo que la persona realmente desea? O es el temor al dolor o la sola idea de continuar con el sufrimiento lo que le impide declarar aquello que realmente quiere?¿Qué hace que no busque algo más grande, que incluya por ejemplo disfrutar?

Me gusta usar de ejemplo la “lista del supermercado”. Cuando vamos de compras al super ¿llevamos una lista de lo que queremos adquirir o una lista de lo que no queremos?

Esta actitud, que parece obvia, no es, sin embargo, la que adoptamos muchas veces frente a situaciones que nos atormentan. Solemos hacer una larga lista de aquellas cosas que no queremos ver más en nuestras vidas y nos olvidamos de llevar la lista de aquello que queremos ver crecer y desarrollarse. Nos enfocamos en quitar aquello que nos quita el equilibrio y solemos buscar lo mínimo, sintiéndonos bien solo con volver al status quo, limitando, de este modo, nuestra posibilidad de disfrutar y conformándonos, a veces, sólo con una sensación de alivio.

Como coaches podemos utilizar técnicas que faciliten en el coachee la visualización de un futuro más abarcativo que lo lleve a alcanzar mucho más que la eliminación o solución a un problema. O simples balsamos o paleativos para alcanzar solo el placer del alivio ¿Cuál es la visión de futuro que tiene un coachee que teme sufrir? ¿Habría alguna diferencia en su visualización si el objetivo fuera “disfrutar”?

Según lo que postulan algunas disciplinas, nuestra imagen de futuro y nuestros juicios sobre el porvenir son los que definen nuestras acciones del presente. Es a partir de ellas que hacemos nuestras declaraciones. Cuando el coachee alcanza a imaginar objetivos que incluyen una mejora en su calidad de vida o la posibilidad de disfrutar, se dan las condiciones para que pueda hacer ,lo que en diálogos apreciativos llamamos una “propuesta provocativa”, una declaración poderosa que constituye un desafío a lo que es previsible y a las rutinas. Es una declaración de futuro deseado, alcanzable y que aceptaríamos con alegría. Resulta provocativa porque es desafiante e inspiradora y va más allá del status quo; para ello está establecida en términos afirmativos, y expresada en presente, como si estuviera sucediendo en este momento. Esta declaración cuando es sostenida por acciones alineadas con la misma lleva a la persona al logro de objetivos más retadores.

Como coach no siempre nos encontramos frente a nosotros con personas que sufren y se conforman solo con regresar al status quo. Una de las particularidades del coaching es que muchas de las personas que acceden a él están bien, pero quieren y saben que pueden estar mejor. No se conforman con el placer, quieren disfrutar.

Podemos elegir no disfrutar de la vida y que sea el placer nuestra única fuente de experiencias positivas.

“Sin el disfrute la vida puede soportarse, e incluso puede ser placentera. Pero puede ser así solo precariamente, y dependerá de la suerte y del ambiente externo. Sin embargo, para ganar control personal sobre la calidad de la experiencia uno necesita aprender a cómo encontrar disfrute en lo que sucede día a día” . Mihaly Csikszentmihalyi

“El placer se puede comprar, el disfrute es una elección”

Laura Isanta

Diálogos Apreciativos & Coaching

Directora

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